Comentarios de Rubén

Introducción

Esta iba a ser mi segunda visita a Ámsterdam, un destino que recordaba con un cariño especial porque fue la primera vez que viajé fuera de España, allá por el verano de 2002, y además iba a ser la primera vez que repetía un destino en el extranjero. La ocasión que nos llevaba allí a Eduardo y a mí era de un especial interés, ya que es muy difícil ver a los grandes del sumo en Europa. La última vez que estuvieron fue en un koen en París, en 1995, poco después del de Madrid de 1992, y desde entonces ha habido que esperar 14 años para que vuelvan a nuestro continente. Después de la mala noticia de la cancelación del evento de Londres, esta era una oportunidad magnífica para desquitarse y ver un poco de sumo en vivo y en directo.

Jueves 4

Este fue el día más turístico del viaje, y el único sin nada relacionado con el sumo, más allá de las conversaciones acerca del último torneo. Fue sólo medio día, ya que llegamos a nuestro alojamiento sobre las cinco de la tarde, pero dio suficiente de sí para una primera toma de contacto con la ciudad.

Ámsterdam estaba más o menos como yo lo recordaba, aunque, eso sí, con un clima bastante más frío. Es una ciudad curiosa, con un punto demasiado artificial. Los holandeses siempre han sido expertos comerciantes, y han sido capaces de explotar como nadie de cara al turismo los reclamos que hacen más famosa a la ciudad, sobre todo entre la gente joven: la legalización de las drogas blandas y de la prostitución. Por todos lados se pueden ver coffee shops, locales destinados al consumo de estas drogas y smartshops, tiendas donde se comercializan. Luego está el curioso barrio rojo, con sus escaparates donde las meretrices muestran su “producto”, y por donde los turistas caminan por las calles con cara embobada.

Además, Ámsterdam tiene otros muchos encantos. En mi opinión, es principalmente una ciudad para pasear por las calles. Los canales le dan un toque muy particular, y también  son bastante sorprendentes sus casas, estrechas y muchas de ellas visiblemente torcidas. Eduardo y yo llegamos a la conclusión de que probablemente se debería a que al estar cerca los canales el suelo no es demasiado firme y provoca que la casa se deforme poco a poco mientras se va hundiendo. Eso, o los holandeses no han oído hablar de la plomada y el nivel.

Viernes 5

Nuestro primer contacto con el sumo fue la visita al hotel Okura, donde se alojaban los rikishis de la Sadogatake beya, para ver si veíamos a alguno rondando por allí. En el primer intento no hubo suerte, pero en el segundo, mientras tomábamos algo en la cafetería, apareció Kotooshu, seguido de Kotomitsuki, Sadogatake oyakata (antiguo Kotonowaka) y un tsukebito. Como era la primera vez, y estábamos en un hotel muy elegante, contuvimos la vena groupie a la que iríamos a dar rienda suelta más adelante y nos contentamos con observar desde la distancia.

Ya en las inmediaciones del Heineken Music Hall tuvimos la oportunidad de coincidir con algunos otros aficionados al sumo, la alemana Martina junto a una amiga, y los rumanos Bogdan con su hija e Irina, y Martin. En esta ocasión nuestras localidades estaban desperdigadas, así que en el evento estuvimos separados de ellos. El programa de la exhibición fue bastante interesante, y generoso en el tiempo; pudimos disfrutar de unas 3 horas y media de sumo.

Estuvo gracioso el sumo de los rikishis contra niños holandeses, donde Kotoshogiku demostró encontrarse en su salsa, lanzando a los niños por los aires para que los recogiese su compañero y volteando a alguno. También levantó la admiración del público las demostraciones de técnicas de entrenamiento y de kimarites, sobre todo el matawari (abrirse de piernas sobre el suelo) y el tsuridashi (levantar al rival agarrándole del mawashi para sacarle del dohyo).

Sábado 6

Justo cuando llegamos al Heineken Music Hall vimos que algunos rikishis, entre ellos Kotooshu, ganador del torneo del viernes, estaban paseando por las inmediaciones, así que nos soltamos un poco más y fuimos tras ellos para conseguir alguna foto. Aquí fue cuando tuve mi peculiar encuentro con Kotooshu al que se refiere Eduardo. La verdad es que muy amable no estuvo, aunque entiendo que le apetezca pasear un rato tranquilo sin que los fans le acosen. Puedo asegurar que tener a un tipo como este de más de dos metros y 140 kilos mirándote con cara de pocos amigos a poca distancia impresiona lo suyo… Bueno, la anécdota dio para que nos riésemos un rato el resto del fin de semana, así que a fin de cuentas mereció la pena, aunque no consiguiera mi foto.

El programa del evento del sábado fue calcado al del día anterior, con la excepción de que no se realizó la ceremonia de purificación del dohyo. Eso sí, con la experiencia fueron capaces de mejorar algunos detalles, y eso, unido a que teníamos una localidad con mejor vista, y a que estábamos sentados junto a los otros aficionados de SumoForum, hizo que el día mereciese mucho la pena. Entre las mejoras cabe destacar que el combate de sumo cómico (Shokkiri) estuvo más gracioso que el del viernes, que después de los combates anunciaban el kimarite ganador (gracias a la inestimable ayuda de Sadogatake oyakata, que estaba sentado junto al comentarista en lugar de en su lugar en el borde del dohyo), y que los rikishis se esforzaron aún más en desplegar kimarites exóticos y espectaculares.

Domingo 7

Para cerrar el fin de semana acudimos a la feria japonesa que se celebraba en Amstelveen, donde acudirían los rikishis para hacerse fotos. La verdad es que era lo único interesante, porque el resto de atracciones de la feria me parecieron un poco flojillas; un stand de caligrafía, un campeonato de Wii, una especie de extraña coreografía a lo Matrix con música de James Bond realizada por bailarinas que pretendían ir de geishas (???), un taiko no demasiado bueno y una barra para beber sake y comer sushi.

Aquí aprovechamos ya para desatar por completo nuestra vena groupie y pasarnos un buen rato yendo de aquí para allá detrás de los rikishis sacando fotos y observando todos sus movimientos. Por cierto, Kotooshu había desaparecido por completo, así que no tuve que preocuparme por que se acordara de mí y se vengase de lo del día anterior. Fue un rato muy divertido para terminar el fin de semana.