V Encuentro

V Encuentro de aficionados al Sumo

Granada, 3 de noviembre de 2007


Para todos los que no habéis podido venir a Granada, os cuento un poco cómo fueron las cosas. Ya el jueves, después de cumplir con los compromisos familiares, MªÁngeles (mi mujer) y yo pudimos unirnos al grupo que ya tenían formado Eduardo, Beatriz y Rubén. Los pobres venían desfondados de subir cuestas por el Albaizín, aunque no sería para tanto porque alguno repitió al día siguiente. Así que después de un día de turismo, paseos y cuestas, lo mejor era tomar unas cervecitas y unas buenas tapas. Y a ello nos fuimos en uno de los miles de bares de Granada, donde el buen ambiente y la charla amenizaban el ambiente y cayeron unas 1925, o sea cervezas locales con un puntito majo. Y como a Eduardo no se le escapa una, comentó que había visto un anuncio de un bar de tapeo japonés, que por supuesto ya conocíamos los granainos, así que nos fuimos para allá.

Ya en el sushi bar conseguimos hacernos un hueco y seguimos el tapeo con un poco de sushi. Y como el personal estaba hambriento con tanta cuesta y tanto paseo, pues aprovechamos el sitio y dimos buena cuenta de un poco de sushi, arroz y tempura. Curiosamente, el bar tenía al lado otro local donde vendían productos típicos de Japón sakes y licores, ramen, cerámica y otras cosas, que atrajeron a alguno para llevarse algo. Y las cosas que tienen los viajes, que uno sale de su tierra y se encuentra compatriotas por ahí, y es que la dependienta de la tienda «caló» en seguida a sus paisanos leoneses, y le dio una alegría… Tras esto nos despedimos hasta el día siguiente, que los turistas tenían que reponer fuerzas, aunque algunos continuamos y cayó alguna copita (huy, creo que de esto no saben nada).

El sábado por la mañana me llamó Fermín para comentarme que no podía acudir a la cena por un problema familiar (espero que todo se solucionara bien), lamentándose por la situación, pero bueno, ya nos veremos en la próxima. Y si uno se descolgaba de la cena, otra se apuntaba a última hora, mi hermana Lola. Y es que por temas de trabajo no tenía claro no vendría o no, pero al final la convencí y se vino por la tarde para poder estar en la cena. Y es que algunos no se quieren perder una.

Hacia el mediodía nos volvimos a juntar el grupete del día anterior, esta vez por el antiguo barrio de El Realejo, donde nos pusimos rápidamente al tapeo y las cervecitas. Beatriz, Rubén y Eduardo habían estado haciendo una mañana de turismo, ¡otra vez de cuestas! Si es que algunos se quejan mucho, pero en el fondo les gusta.

Tras la primera ronda nos fuimos al Campo del Príncipe, una bonita plaza con historia y donde los granainos nos reunimos en Cruces, Semana Santa y otras fechas clave. Además lo bueno que tiene es que hay buenos bares y restaurantes para pasar un rato agradable, y cómo no, hicimos lo propio. Allí dimos buena cuenta de algunos platos típicos como las habas con jamón, morcilla y migas, comentando un poco las últimas noticias sobre el sumo. Y es que caímos en la cuenta que todavía no nos habíamos puesto en faena sobre el tema principal de la reunión. Así entre trago y bocado, la espinosa situación de Asashoryu, el futuro de Hakuho, y las preferencias sobre los luchadores, entre otras cosas, amenizaron la comida.

Y tras una buena comida, qué mejor que ir a pasear por las teterías y ambientarse en una de las zonas más árabes de la ciudad. Allí entramos en uno de los locales y tomamos unos tes (alguno café) junto con dulces típicos árabes y una shisha. Allí seguimos con la charla, alternando los temas, que se sucedían uno tras otro, hasta que nos marchamos a descansar un poco para la cena de esa noche.

Ya por la noche en el restaurante se unió Lola al grupo que estábamos, y ahí quedó la cosa, ya que Takuzo al final no pudo venir, ya que cómo nos enteramos al día siguiente, se ha trasladado a Japón desde hace algunas semanas. Allí tomamos unas carnes a la brasa, algunas con un toque de miel, herencia de nuestros antepasados árabes, y algún postre, comentando más cosas sobre el sumo y otras temas. Tras la cena, nos fuimos guiados por la Lola, que era la que mejor se manejaba en la noche granaína, a un pub donde seguimos con la charla y el buen ambiente. Allí despedimos a Eduardo y Beatriz, que se marcharon pronto, ya que al día siguiente tenían un largo viaje hasta León. Y allí aguantamos el resto, bien animados, hasta que la música del dj nos indicó que el sitio ya iba a cerrar.

El domingo nos reunimos Rubén, MªÁngeles y yo al mediodía, dando un paseo por el centro de Granada, y comiendo en un restaurante que no conocía. Y es que hasta en tu propia ciudad descubres cosas nuevas en estas reuniones. Con una buena charla y buena comida nos despedimos hasta la próxima, que esperamos ya con ganas.

(Comentario de Víctor Ramos)


Yo llegué a Granada el viernes 2 de noviembre hacia las 12:30. Después de instalarme en el hostal donde me iba a alojar me reuní con Eduardo y Beatriz, que habían llegado el día anterior por la noche y llevaban toda la mañana dando vueltas por la ciudad, fundamentalmente por el centro. Por eso fuimos a uno de los barrios más característicos de Granada, el barrio del Albaicín, un barrio de estética fundamentalmente árabe, debido a que fue el emplazamiento que escogieron los musulmanes para vivir cuando llegaron a Granada. Es un barrio muy pintoresco, con calles estrechas, casi todas ellas con esas pronunciadas cuestas que tanto traían de cabeza a nuestro amigo Eduardo. Después de comer cuscús en un restaurante marroquí subimos por las calles del Albaicín hasta llegar al mirador de San Nicolás, uno de los puntos más elevados de la ciudad, desde donde se pueden divisar unas magníficas vistas de la Alhambra. Y eso era lo más cerca que iba a estar yo de la Alhambra en todo el viaje, puesto que conseguir entradas no es nada sencillo. Me había confiado, desoyendo los consejos de Víctor, y cuando llegué Eduardo y Beatriz me comentaron su frustrado intento de esa misma mañana para entrar al monumento. Colas kilométricas desde primera hora de la mañana y entradas muy limitadas hacen que la única manera razonable de acceder sea con entrada reservada, y no conseguimos una durante el fin de semana. ¡Acordaos de esto si alguna vez vais a Granada! Bueno, al menos así tenemos excusa para volver a Granada.

Continuamos dando vueltas por el Albaicín y el barrio contiguo del Sacromonte, el barrio gitano de Granada, también lleno de cuestas. Para dar un pequeño descanso a los gemelos bajamos de nuevo al centro, más llano. Mientras estábamos por alguna de las calles más céntricas nos llamó Víctor, recién levantado de la siesta ¡a las 8 de la tarde! y quedamos con él y María Ángeles para tomar unas cañitas y unas tapas. También fuimos a un bar de sushi, donde pudimos ambientarnos un poco en el Japón de nuestro querido deporte… porque sí, recordemos que todo esto era una reunión de aficionados al Sumo, aunque hasta ese momento creo que nadie había dicho una palabra al respecto. En el bar de sushi al menos tuvimos excusa para comentar un poco la gastronomía japonesa, tanto lo que conocíamos Eduardo y yo por nuestros viajes a Japón, como el resto por su afición a la cocina oriental en general. En la tienda que había junto al bar de sushi algunos pudieron dar rienda suelta a esta afición, y se llevaron unos cuantos productos japoneses. Con esto dimos por terminado el primer día.

El sábado por la mañana no me levanté tan pronto como hicieron Eduardo y Beatriz para visitar el monasterio de la Cartuja, y me quedé por el centro viendo lo que ellos habían visitado el día anterior. Para mi gusto lo mejor del centro de Granada es perderse paseando por las calles y las plazas, que tienen un gran encanto. Además hay un par de monumentos reseñables, como la Catedral y la Capilla Real, que merece la pena visitar. Al mediodía nos reunimos otra vez los cinco de la noche anterior, y fuimos a tomar algo al barrio del Realejo. Después de algunas tapas, entramos a comer a un restaurante donde pudimos degustar algunos de los platos más típicos granadinos. Además, por primera vez en el fin de semana empezamos a hablar de sumo, que al fin y al cabo era para lo que estábamos allí… ¿o no? Después de la comida, nada mejor que relajarse en una tetería con una taza de té, una sisha (o cachimba como la llamamos aquí a veces) y algunos dulces. Después de un ratillo más de charla, nos dispersamos para descansar y prepararnos para la cena.

En la cena se unió Lola, la hermana de Víctor. Las historias de Leopoldo, el fantasma que ronda por la clínica dental en la que trabaja, dieron mucho juego. También hubo tiempo para hablar otro poco de sumo, y de cualquier otro tema que se terciase. Todo ello degustando la cena, consistente en algunos entrantes variados y sobre todo en unas buenas carnes a la brasa. Después de la cena fuimos a pub, guiados por Lola, donde nos tomamos alguna copa mientras seguíamos charlando de todo un poco. Eduardo y Beatriz se fueron pronto porque al día siguiente tenían un largo viaje hasta León, con parada en Madrid para resolver algunos asuntos. El resto nos quedamos hasta más tarde, prácticamente hasta que el bar iba a cerrar.

Como epílogo al fin de semana el domingo quedé con Víctor y María Ángeles para dar una vuelta más y comer. Después de eso ya era el momento de que ellos volvieran a Sevilla y yo a Madrid, así que nos despedimos hasta la próxima reunión, que esperamos que no sea muy tarde.

(Comentario de Rubén Sánchez)


Beatriz y yo fuimos los más madrugadores en llegar a Granada. Y es que el día anterior al viaje nos nació en Madrid una nueva sobrina, así que aprovechamos este viaje para detenernos en la capital de España para verla y darle los correspondientes parabienes y besos varios a la madre. Además nuestro hijo Eduardo, que en principio iba a venir con nosotros, a última hora decidió quedarse en Madrid con los primos y pasar de acompañarnos en otra excursión turística de las que empieza ya a estar algo cansado. Y es que con 12 años las cosas siempre se ven de otra manera.

Llegamos a Granada a la hora de cenar, con lo que tras la paliza de viaje desde León y tras cenar un bocadillo en un bar cercano, nos fuimos a la cama con la intención de madrugar para intentar conseguir al día siguiente una entrada para poder visitar la Alhambra… pero ni por esas. Cuando llegamos a las taquillas del monumento, las colas de gente esperando conseguir lo mismo eran kilométricas, por lo que desistimos ni siquiera de aguardar nuestro turno a sabiendas de que no teníamos ninguna oportunidad de poder ver la preciada joya granadina. Una lástima, pero sin duda ya tenemos una excusa para volver a visitar esta ciudad, sin duda una maravilla donde las haya como pudimos comprobar en lo que nos quedaba de visita.

Decidimos entonces bajar por una escarpada cuesta de tierra y piedras que bordea la colina en la que está situada la Alhambra, en lo que fue mi primera experiencia con las empinadas cuestas de esta ciudad, aunque como esta vez era hacia abajo tampoco fue excesivamente duro. Después realizamos otra serie de visitas recomendadas en las guías turísticas (Catedral y otros monumentos de la zona centro) para posteriormente decidir ir a tomar algo antes de ir a comer, momento en el que se nos unió Rubén que acababa de llegar de Madrid. Ya los tres juntos nos fuimos hacia la zona del Albaicín, uno de los barrios más típicos de Granada y que aún mantiene todo el encanto de la época antigua, con calles estrechas y muy empinadas, ya que todo el barrio está enclavado en una colina justo enfrente de la Alhambra, de la que tuvimos una excelente vista desde el mirador de San Nicolás.

No acababan aquí las subiditas de cuestas, porque después nos encaminamos hacia el Sacromonte, el barrio gitano de la ciudad y que, por no variar, está situado aún más arriba que el Albaicín. Así pasamos toda la tarde, subiendo y bajando cuestas, y aunque fue algo duro y realmente cansado para las piernas, sin duda mereció la pena hacerlo. Nos habíamos ganado el derecho a tomarnos unas cervecitas, así que de nuevo en la parte baja de la ciudad nos encaminábamos a tomar ese refrigerio tan bien ganado cuando Víctor dio señales de vida tras una pantagruélica siesta de la que se despertó a las 8 de la tarde. No haré más comentarios sobre semejante estilo de vida.

Una vez todos juntos, nos encaminamos a probar un restaurante de sushi que habíamos visto anunciado horas antes, y también aprovechamos para comprar unas viandas japonesas en una tienda justo al lado del restaurante en la que nos encontramos con la agradable sorpresa de que la dueña de la misma era de León, como nosotros. Y es que los de esta tierra andamos muy desperdigados por toda España.

Al día siguiente nos dimos otro madrugón, esta vez para visitar el Monasterio de La Cartuja, que está algo apartado del centro de la ciudad. Posteriormente nos dio por volver a subir al Albaicín (si es que uno es algo masoquista), esta vez por otra ruta aún más bonita, si cabe, que la del día anterior. Después nos juntamos todo el grupo y comimos en un restaurante elegido por Víctor (que para eso conocía la ciudad mejor que nadie) en el que, ¡por fin! Empezamos a hablar de sumo, algo que hasta el momento no habíamos hecho quizás con los sentidos algo abotargados ante todo lo que la ciudad de Granada nos ofrecía a cada paso que dábamos. Por supuesto el caso Asashoryu fue uno de los temas estrella de la comida, aunque hubo tiempo para hablar de todo.

Tras la comida hicimos tertulia en una tetería árabe, en una calle (en cuesta, como no) llena de locales de estilo moruno que realmente le hacía a uno sentirse más en una calle marroquí en vez de en una española. Un encanto más de la ciudad. Después todos nos retiramos para disfrutar de una merecida siesta y recuperar fuerzas para la cena, que sin duda era el momento estrella de la reunión. Fue entonces cuando apareció Loli, la hermana de Víctor a la que no habíamos visto desde la reunión de León, que nos amenizó la cena con las historias del fantasma Leopoldo que parece ser que deambula de vez en cuando por su lugar de trabajo y que nos hizo reír bastante. También hay que destacar la camiseta de sumo de Rubén, que trajo para la ocasión y que reservó hasta la cena. Por supuesto hubo un recuerdo para los que nos enviaron un mensaje diciéndonos que al final no podían venir, como José Luis, Pedro, Armando, Fermín, Tania, Julio o el japonés Takuzo, que al final se volvió para Japón unos días antes de la reunión.

Por supuesto una cena de estas características no es lo mismo sin tomar después unas copas, y ahí la reina indiscutible fue Loli, que dio muestras desde el primer momento de conocer la noche granadina a la perfección. Lamentablemente Beatriz y yo no pudimos alargar demasiado la noche, ya que al día siguiente había que madrugar bastante para tomar rumbo de nuevo a León, con parada intermedia en Madrid para hacerle otra visita a la nueva sobrina y a su madre y, por supuesto, recoger a nuestro hijo que sin duda se alegró de no habernos acompañados al contarle nuestro plan de subidas y bajadas de las cuestas granadinas. Por cierto, que durante el fin de semana nuestro compañero Julio, que por estar recién casado no nos pudo acompañar esta vez, nos confirmó que la próxima reunión será el año que viene en Zaragoza, aprovechando que en esa ciudad se celebrará la Expo 2008 y así tendremos un aliciente más para volver a reunirnos una vez más. Esperemos que los ausentes esta vez puedan estar con nosotros y disfrutemos de un nuevo fin de semana hablando de nuestro deporte favorito. Sin duda merece la pena.

(Comentario de Eduardo de Paz)