Tomozuna beya

Tomozuna beya


Cuando aún estaba en España, antes de empezar mi viaje, me puse en contacto por internet con Harumi Hotta, una japonesa muy relacionada con la Tomozuna beya y que participa en el mantenimiento de la web que esta heya ha abierto hace poco tiempo en inglés. Tras varios intercambios de mensajes, quedamos en vernos a primera hora de la mañana del día 18 de Septiembre en la salida este de la estación de Kinshicho, tan sólo una más allá de la de Ryogoku, junto a Martina Lunau, una chica alemana que comparte las labores de mantenimiento de la heya con Harumi. Allí tomamos un taxi que en apenas 5 minutos nos dejó a las puertas de la heya. Por cierto, que curioso es el tema de los taxistas en Japón. Y es que las direcciones en Tokio son prácticamente inexistentes y la mayoría de las calles no tienen nombre sino un complejo sistema de barrios y distritos que la mayoría de las veces no son ni siquiera correlativos entre ellos. Así, es muy común que el cliente tenga que ir indicando al taxista por donde ha de ir para llegar a su destino. Incluso un día que acudí a cenar a casa de un amigo mío japonés que vive en una zona residencial algo apartada de la estación, el taxista recibió las instrucciones directamente de mi amigo por teléfono en el momento en que me subí en su taxi.

Tras llegar a la heya y llamar al timbre para que nos abrieran, entramos a la sala de entrenamiento donde éramos los únicos espectadores que había. Entrenando estaban Kaisenryu, Kainowaka, Kaishoryu, Kainohama y el recién llegado Kaisei, que durante los días anteriores había realizado su presentación en mae-zumo. También estaba por allí Kaishinho, aunque en ese torneo había sido kyujo por haber tenido que someterse a una operación oftalmológica que le había impedido tomar parte en el Aki Basho, por lo que estaba en la cocina comenzando con los preparativos del chanko-nabe. Tampoco estaba el Ozeki Kaio, que unos días antes había abandonado el torneo por una lumbalgia y que seguramente estaría en su casa reposando. Nada más llegar los propios luchadores nos ofrecieron unos cojines para que nos sentáramos y nos dispusimos a seguir el keiko con el respeto que hay que tener en una situación de esta. Y es que no podemos olvidar que este es el trabajo de los luchadores y que hay que cumplir con una serie de normas como por ejemplo la prohibición de comer o beber en la sala, evitar hablar en lo posible (y de hacerlo siempre en voz muy baja), no utilizar flash a la hora de tomar fotografías o permanecer con las piernas recogidas hacia atrás o hacia un lateral, nunca estiradas con los pies apuntando al dohyo. Y por supuesto no hacer nada que pueda incomodar a los luchadores.

Apenas 15 minutos después de nuestra llegada apareció Tomozuna oyakata, que tras saludarnos brevemente se sentó delante de nosotros a leer el periódico, mientras de vez en cuando levantaba la cabeza para observar a sus pupilos mientras realizaban los ejercicios. Una vez que llegamos al momento de las luchas entre ellos, su atención ya se hizo casi completa y tuvo que realizar varias observaciones para corregir cosas que veía durante la lucha. También fue muy curioso ver como el brasileño Kaisei (Ricardo Sugano), cuyo dominio del japonés en esos momentos no era demasiado alto, recibía consejos de su compatriota Kainohama, suponemos que en portugués.

Tras finalizar el keiko, Martina y Harumi entregaron a Kaisenryu y a Kainowaka algunas fotografías y regalos que traían para ellos y posteriormente yo tuve la ocasión de hablar durante cinco minutos con los dos brasileños de la heya, Kainohama y Kaisei, aprovechando la similitud entre el español y el portugués, el famoso ‘portuñol’, lo que aproveché para darles las gracias por el keiko y desearles toda la suerte del mundo en la competición. Kainohama acababa de salir de una lesión que le había tenido apartado de la competición durante varios meses, lo que le había llevado a caer hasta Jonokuchi, pero en ese momento estaba invicto en el torneo y con posibilidades de llevarse el yusho, aunque al final perdió el último combate y se tuvo que conformar con un resultado de 6-1.

Tras acabar la visita nos dirigimos dando un paseo hasta la estación de tren y estuvimos tomando un café y hablando entre los tres de nuestra común afición por el sumo. A pesar de ser lunes ese día era festivo en Japón, por lo que no había excesivo movimiento en las calles y pasear era un verdadero placer. El resto de la jornada no cambió demasiado al resto de los días; llegada al Kokugikan para comer allí y ver los combates de las categorías superiores. Quizás alguno en este punto esté ya pensando que puede uno acabar de tanto sumo hasta arriba, pero os puedo asegurar a todos que ni muchísimo menos. Y es que esto del sumo engancha y mucho.