Poco nos quedaba ya de ver en Ámsterdam tras las caminatas de los dos días anteriores, así que nos dedicamos a movernos por zonas menos turísticas en busca de algo interesante que la ciudad nos pudiera ofrecer, algo que todas las ciudades tienen siempre oculto. La verdad es que lo que nos encontramos fue el Jardín Botánico, y como daba la impresión de ser un lugar tranquilo dentro de una gran ciudad, para dentro que nos fuimos. Supongo que a los entendidos en flores y plantas este tipo de áreas les deben de parecer un paraíso, aunque como yo no soy precisamente un experto en el asunto pues no veía más que un montón de hojas y plantas, algunas de ellas muy curiosas y extrañas. Era interesante la zona de los invernaderos, con diferentes tipos de clima para diferentes tipos de plantas, pudiendo pasar de una zona tropical muy húmeda a otra zona desértica tremendamente seca con sólo cruzar una puerta. Sin duda una experiencia interesante.
Después de comer nos fuimos de nuevo a la zona del Heineken Music Hall para ver la jornada de sumo de ese día. En cuanto llegamos nos encontramos con Kotooshu y otros luchadores que estaban dando una vuelta por la zona, por lo que fuimos hacia ellos en busca de fotografías de cerca. En ese momento tuvo lugar una de las, probablemente, escenas más divertidas de todo el viaje. Y es que Rubén, ni corto ni perezoso, se encamino hacia Kotooshu (que no se distingue precisamente por ser el más amable de los rikishi) para sacarse una foto con él, se le acerca por detrás y le pica en el hombro izquierdo para llamar su atención. Teníais que haber visto la mirada del búlgaro hacia Rubén, como pensando “¿quién es este mosquito que se atreve a picarme en el hombro?”. Mientras yo me doblaba de risa viendo la situación, Rubén trata de hacerle entender que lo que quiere es una foto con él, a lo que Kotooshu le contesta medio a voces que se ponga delante de él, que él no se va a parar. Así que Rubén se va hacia delante y le saca una foto al búlgaro que además le salió movida, supongo que por el tembleque del que ha visto la muerte de cerca (jajaja). Os podéis imaginar que esa situación me dio juego para tomarle el pelo a Rubén durante todo el resto del día.
Tras la anécdota del viaje y después de haber sacado todas las fotos que pudimos, entramos en el pabellón para ver la segunda jornada del torneo. Allí conocimos a los austriacos Gernobono y Tsunamiko y el italiano Pippooshu, que se unieron al resto de compañeros que ya habíamos conocido el día anterior. Esta vez las entradas que teníamos eran mejores que las del día anterior y aunque estaban más lejos del dohyo, eran de la grada elevada por lo que no teníamos ningún problema en sacar fotos de frente de todo lo que ocurría.
Salvo la ceremonia de consagración del dohyo, el resto de la jornada era idéntica al día anterior. Sólo cambiaron los niños que lucharon contra los rikishi (los de hoy eran japoneses) y los enfrentamientos. Tras las rondas previas, esta vez los tres luchadores de Makuuchi fueron los que alcanzaron la ronda final, con victoria final para el Ozeki Kotomitsuki tras un largo y emocionante kettei-sen de hasta 5 combates. Tras la entrega de premios, Kotooshu, Kotomitsuki y Kotoshogiku saludaron a todo el público que les vitoreo con grandes aplausos y gritos. Y es que en esta jornada, aunque quizás había algo menos de público que el día anterior, el ambiente fue mucho más cálido y los luchadores fueron animados ruidosamente por parte de la gente, algo que se asemejaba un poco más al ambiente que se suele vivir en el Kokugikan durante los combates finales.
Rubén y yo decidimos marcharnos ya al hotel y dejamos al resto de compañeros tomándose algo. De todas formas, salvo a Martina y a Pippooshu (al que perdimos en la marea humana que se produjo en la salida), al resto los íbamos a ver de nuevo al día siguiente.