Comienza el viaje
Y llegó el tan esperado día. Es curioso porque yo empecé mi viaje el día 5 y lo acabé el día 7, lo que a cualquier le puede hacer pensar que me pasé dos días enteros viajando por el mundo. La verdad es que salí de León el día 5 a las 20.30 y llegué al aeropuerto de Narita a las 06.50 del día 7, pero claro, hora de Japón. En total fueron alrededor de 28 horas las que me tuve que pegar desde que salí de mi casa, en un viaje largo y pesado, eso es indiscutible, pero que cuando lo acompañas de la ilusión que produce el ir por primera vez a ver un torneo de sumo en directo se minimizan bastante los inconvenientes que hay que sufrir.
El viaje se hace algo pesado pero menos de lo que yo imaginaba. Me propuse no dormir la noche del 5 para poder coger el avión a Tokio lo más cansado posible y así dormir unas horas y que se me hiciera todo más corto, así que estuve en casa de mi hermana en Madrid viendo todos los canales de televisión habidos y por haber hasta que me fui al aeropuerto para coger un vuelo hacia París. En algo menos de dos horas ya estaba allí y tras una espera no demasiado larga, ya estaba metido en el avión hacia Tokio.
Las 12 horas de vuelo entre Paris y Tokio no se me hicieron tan largas como yo esperaba, ya que el avión llevaba una pantalla individual de video en cada asiento por lo que podías escoger la película que querías ver (algunas de ellas incluso dobladas al español) o entretenerte un rato con los diferentes juegos disponibles. El único susto llegó al final cuando en el momento del aterrizaje el piloto decidió abortar el mismo en el último momento y ascender de nuevo a toda potencia, según nos explicó luego debido a las malas condiciones climatológicas. Sea por lo que fuere, la cuestión es que a la segunda el aterrizaje fue perfecto y la cosa se quedó sólo en eso, en un susto sin mayores consecuencias.
Por fin estaba en Japón. Tras pasar los controles de inmigración y aduana (muy rápidos, la verdad) y coger el teléfono móvil que había alquilado para poder estar comunicado durante mi estancia en la capital nipona, me dispuse a coger el tren que me iba a llevar a la estación de Ueno. Como me quedaba algo de tiempo aproveché para dar una vuelta por el aeropuerto, aunque la verdad es que no había muchas cosas que ver. Eso sí, lo que me llamó la atención fue lo que brillaba el suelo y la tranquilidad que se respiraba, sin una sola voz más alta que otra, cosa algo impensable en España.
El traslado hasta el hotel fue como una especie de viaje místico en el que uno iba como embobado mirando por la ventana para no perderse ni el más ínfimo detalle de todo lo que Japón estaba dispuesto a ofrecer. Decidí trasladarme desde el aeropuerto de Narita hasta Tokio en tren, exactamente en el Skyliner de la línea Keisei, que me llevaba directamente a la estación de Ueno. Una vez allí me dispuse a enfrentarme a los caracteres japoneses y tratar de no perderme, pero afortunadamente todos los carteles de las estaciones de Tokio están tanto en japonés como en inglés, así que no tuve ni un solo problema de orientación durante los 20 días de mi viaje. Tras sacar un nuevo billete para el metro, me fui a la línea Hibiya y en sólo dos paradas ya estaba en la estación de Minowa, donde me bajé. Una vez fuera traté de orientarme con el plano que llevaba con la dirección del hotel y mientras estaba mirándolo se me acercó un japonés que me preguntó en inglés si me podía ayudar y me indicó por donde debía de ir. Muy majo el chaval.
Al llegar al hotel llegó la primera y quizás única decepción del viaje. Y es que la habitación que me dieron no era para nada como lo pintaban en su página web. Era extremadamente pequeña (la verdad es que eso me daba igual) y de hecho había sólo un colchón en el suelo y una especie de taquilla que me servia para guardar algunas cosas, una televisión con video y un montón de películas (la mayoría eran porno) y nada más. El baño y la ducha eran compartidos y no individuales como decían. Para acabar de arreglarlo me dicen que no me pueden hacer ni el descuento ni darme nada de lo que tienen indicado en la oferta porque no lo solicité así. Es la primera vez que veo que hay que pedir por anticipado que te apliquen una oferta. En fin, que desde luego tengo ya muy claro que la próxima vez que vuelva por Tokio no será por este sitio.
Tras resignarme un poco y darme cuenta que al menos todo estaba limpio y de que total sólo para ir a dormir tampoco necesitaba mayores lujos, me di una vuelta por la zona para ir habituándome a todo poco a poco, en especial a compartir las aceras con las bicicletas y a caminar por la izquierda, algo nada fácil de realizar tras 41 años haciéndolo por la derecha. Por la tarde hablé con Mark y quedamos para el día siguiente en acudir a la Musashigawa beya para ver el keiko. Tras comprar algunas cosillas para desayunar en un 7-Eleven que había por la zona, me fui de cabeza a la cama porque el cambio horario empezaba a hacer sus efectos. Además había que descansar todo lo que se pudiera, ya que al día siguiente empezaba realmente el viaje.