Opinión

Sumo: sangre roja, sangre azul

En nuestro primer artículo escribíamos acerca de como las raíces sintoístas sobre las que se ostenta el sumo profesional se enfrentaban, inevitablemente, a las percepciones más modernas de la sociedad, como era en dicho caso, la figura de la mujer. Pero, como es asumible, la religión no es la única raíz de la que se nutre el deporte de los gigantes, sino que ésta es más bien el pegamento que aglutina un número factores de la cultura japonesa y que han convivido en simbiosis para llegar al sumo tal y como lo conocemos hoy.

A lo largo de este artículo, vamos a intentar ir relacionando algunos de estos factores, en concreto: las creencias cosmológicas del campesinado, la cultura popular actual y por supuesto, como pilar central, la figura del Emperador.

El 20 de enero de 2019, en el octavo día del Hatsu basho, tuvo lugar un evento histórico que ha pasado ligeramente desapercibido para los seguidores del sumo no japoneses y es que el Ryogoku Kokugikan de Tokio contó con la presencia, por última vez, del Emperador Akihito y la Emperatriz Michiko. La victoria del Yokozuna Hakuho frente al gigante búlgaro Aoiyama fue el último combate del día y por ende el último combate al que asistirá Akihito como Emperador ya que su abdicación está programada para el 30 de abril (la familia Imperial solo asiste a los honbashos que tienen lugar en Tokio, en marzo, el Haru basho tendrá lugar en Osaka).

A la izquierda, el Emperador Akihito y la Emperatriz Michiko saludan por última vez en el Ryogoku Kokugikan de Tokio ©The Yomiuri Shimbun; a la derecha el gyoji Shikimori Inosuke entona el anuncio del último combate del día

Una vez el último combate del día hubo terminado, tanto el público y los miembros del shimpan realizaron una reverencia colectiva hacia el palco imperial. Otra muestra de respeto que pasó desapercibida para muchos fue la que realizó el tate-gyōji (árbitro de mayor categoría) Shikimori Inosuke durante el anuncio del combate de Hakuho contra Aoiyama. Shikimori utiliza la forma más formal posible, incluso más formal de lo que se utiliza normalmente en presencia del emperador, para señalar que se trata del último combate de la jornada y lo sigue con una reverencia, dando así constancia de que no es un simple último combate. Para los que os sepáis defender en inglés, os recomiendo mucho que veáis el video titulado “Hakuho v Kotoshogiku: Old customs explained, old faces reunited” que subió Chris Gould a su canal de Youtube, en donde, de una forma muy pedagógica, explica esto en más detalle.

Todo esto nos hace ver que existe una estrecha relación entre el sumo profesional y la figura del Emperador. Pero, ¿qué tipo de relación es esta?

Que el Emperador asista a los torneos oficiales no es algo extraño, ya que el sumo ha sido durante mucho tiempo el deporte oficial de la Corte Imperial. Además, quien sea seguidor de este ‘deporte’ se habrá fijado que la inmensa copa de más de 1 metro de altura y 30 kg de peso que recibe como trofeo el ganador de cada torneo oficial se trata de la Copa del Emperador. El Emperador Hirohito (Emperador Showa), quien era un acérrimo seguidor del sumo, se la entregó a la Asociación de Sumo Japonesa en 1926, justo antes de ascender al trono (antes fue conocida como la Copa del Príncipe Regente).

Pero, ¿cuál es el origen de esta relación? Como muchas otras cuestiones culturales que se entienden como intrínsecamente japonesas, el sumo no tiene estrictamente su origen en Japón.

Veamos, ¿a qué me refiero con esto? Siendo justos, el sumo tal y como lo conocemos ahora es una mezcla de distintas costumbres tanto del campesinado japonés como de otras culturas del este de Asia amoldadas según los gustos del sintoísmo y de la corte japonesa a lo largo de cientos de años.  Si bien es cierto que en la mitología sintoísta japonesa hay una parte que versa sobre el origen del sumo; los dioses Takemikazuchi y Takeminakata se apostaron en un combate de sumo la posesión de las islas japonesas, éste no es sino el resultado de una mezcla cultural con China y particularmente Corea y su célebre estilo de lucha ssireum (Hangul, 씨름) , sumado a un sumo primitivo que se realizaba en las aldeas japonesas como ritual para implorar una futura buena cosecha. Una vez pasado por el filtro de la religión, la corte japonesa sería la encargada de realizar el cocktail cultural, convirtiendo al sumo en su deporte oficial hasta la actualidad.

Curiosamente, este tipo de espectáculo se convirtió en algo inaceptable en las sociedades tanto china como coreana según estas abrazaban el confucianismo. El ssireum, por ejemplo, a pesar de ser haber sido presumiblemente traído a Japón por un príncipe coreano exiliado*, nunca se convirtió en un deporte de la corte.

*He encontrado varios artículos japoneses que mencionan este hecho pero ninguno hace referencia a otros estudios, ni especifican, ni dan más información, así que esto hay que cogerlo con palillos.

Imagen publicitaria sobre un espectáculo de ssireum. ©joongdo2016

Por otro lado, ese sumo primitivo que practicaba el campesinado japonés tradicionalmente en el Año Nuevo y tras la cosecha, sumô seihi, ha arrastrado consigo ciertas creencias que siguen encontrando su lugar en el sumo actual. En dichas celebraciones, se jugaban diversos juegos en las que el pueblo solía dividirse en dos facciones que se enfrentaban entre sí; los de la montaña contra los del río, los del río contra el mar, el este contra el oeste, etc. De esta forma, se concebía esta separación como una forma de confrontar a las fuerzas cósmicas positivas con las negativas. Por ancestral que suene, en los honbasho que presenciamos a día de hoy se hace exactamente lo mismo.  Todos los rikishi son ordenados en la lista oficial que se publica previamente a un torneo (banzuke) de forma que cada rango es dividido en Este y el Oeste. Por ejemplo, ahora, en el Hatsu basho 2019, tenemos a dos luchadores bajo el rango de Sekiwake: Takakeisho y Tamawashi. Como el primero viene de ganar el último torneo, está colocado en dicha lista ligeramente por encima, y toma así el rango de Sekiwake ESTE, mientras que Tamawashi de Sekiwake OESTE.

El propio dohyo está diseñado para que siga las normas de la ‘cosmología’ fû-sui, hija japonesa del sistema filosófico chino feng-shui, literalmente ‘viento y agua’. Esta filosofía se aplicaba a todos los niveles de la sociedad japonesa, desde en el diseño de ciudades (principalmente en el periodo Heian 794-1185), a la arquitectura de las casas, en la Corte Imperial, así como en diversos rituales, como es el sumo.

Los luchadores se colocan enfrentados al este y al oeste, mientras que el gyoji y los yokozunas durante el dohyo-irii se colocan siempre mirando hacia el norte. Esto se debe a que, antiguamente, el máximo representante del templo en donde se realizaban los combates, siempre se colocaría de cara al sur, en donde el gyoji durante sus instrucciones al empezar el combate y el yokozuna durante el ritual del dohyo-irii nunca le darían la espalda. Así pues, en la actualidad, para el caso en el que el Emperador esté presente, así como lo está su palacio, su palco oficial también está convenientemente orientado hacia el sur.

Siguiendo esta filosofía, cada punto cardinal tiene asociado un animal mitológico de un cierto color: la tortuga negra del norte genbu, el tigre blanco byakko del oeste, el dragón verde del este seirŷu y el pájaro rojo del sur suzaku. Esto queda representado en borlas de tela que cuelgan del tejado colgante, el tsuriyane

La relación Emperador-sumo es tal que, analizándolo históricamente, se ha observado que en aquellos periodos en los que la casa Imperial perdía popularidad, este mismo comportamiento se veía reflejado en en interés por el sumo, especialmente desde la Restauración de Meiji (1868).

El ejemplo más claro, y uno sobre los que más se ha escrito, es el periodo que sucedió a la Segunda Guerra Mundial, en la cual, por motivos más que evidentes, la figura del Emperador se vio gravemente perjudicada. Un considerable número de ciudadanos japoneses alzaron la voz en pro de la abolición del sistema tennô, que, a la vista de los eventos que habían tenido lugar, consideraban como una herramienta atrofiada e inútil. La balanza general tornó hacia ideas más progresistas, o más bien construidas en oposición de lo que se consideraba japonés, y hacia un rechazo de lo que se asociaba como tradicional. Entre este grupo de cosas, como era predecible, se encontraba el sumo, que además contaba con una notoria asociación al militarismo del periodo de la preguerra.

Aquí quiero hacer un pequeño apéndice e introducir la cara B de este asunto. La cara que ya no gusta tanto y mucho menos al público japonés en general. Aunque no es el objetivo de este artículo, considero que es importante por lo menos mencionarla aunque sea con pretensiones de un nuevo artículo en el futuro. Durante este periodo de debilidad, la sociedad japonesa estaba sumida en una profunda confusión, la paranoia de las Fuerzas de Ocupación americanas con la posible proliferación de la ideología comunista en el Japón de la posguerra y el desarme de la policía civil, entre otros factores, forzó que una rama habitual de los bajos fondos saliera de su crisálida, más cercana a la ultraderecha y al nacionalismo extremo, la yakuza. Y fue en este momento cuando las relaciones entre el sumo y los sindicatos criminales se endurecieron, hasta que se le puso fin a finales de la primera década de los 2000. Como es un tema peliagudo, mucho más delicado, del cual además de las noticias de prensa, es muy complicado encontrar información y no me quiero meter en un barrizal, me voy a marcar un Michael Ende y diré:

«Pero esta es otra historia y debe ser contada en otra ocasión.»

Escena de Sonatine (1993) de Takeshi Kitano: Miembros de la yakuza practican sumo en la playa.

Terminado el apéndice, es hora de presentar a la última protagonista de este artículo, la cultura popular y su principal labor: generar ídolos. Y es que, su influencia en las clases populares es una de las principales culpables del lavado de cara de la Familia Imperial, ya que a finales de los 50 y en los 90, la repercusión mediática de dos eventos hizo que ésta pasase de ser fuertemente criticada a contar aparentemente con el apoyo de una vasta mayoría de la población japonesa. Hablemos de bodas.

Cualquiera que haya seguido las noticias el último año se habrá dado cuenta del fenómeno popular que puede llegar a suponer una boda real; viendo lo sucedido con el Príncipe Harry y Meghan Markle… A finales de los 50 tuvo lugar la boda entre el actual Emperador Akihito con Michiko Shoda, convirtiéndose esta última en la primera plebeya  en contraer matrimonio en la Familia Imperial Japonesa. El romance entre ambos fue vendido por los medios como un ‘cuento de hadas’ y se le conocía como ‘el romance de la pista de tenis’. Además, el hecho de ser plebeya, supuso,  para algunas personas, una humanización de la Casa Imperial, lo que hizo que la popularidad de la Casa Imperial creciese dentro de las clases populares (¿os suena de algo?).

No fue hasta la boda del Príncipe de la Corona en los 90 cuando este aumento en popularidad se hizo más evidente. De nuevo, los medios y en especial la prensa rosa, fueron los principales culpables. La historia de este nuevo romance cuenta como el Príncipe esperó 7 años hasta que, por fin, su ahora esposa Owada Sadako accedió a casarse con él.

Pero, por muy loco que suene, otra boda amenazaba con eclipsar este esperadísimo evento, la boda de un luchador de sumo y de una estrella del pop japonés.

La situación del sumo por aquel entonces nunca fue mejor. En los años 70, el emperador había empezado a visitar de nuevo el Kokugikan de Tokio, lo que hizo que empezase a recobrar popularidad. Y los años 80 fueron testigos del nacimiento de un héroe nacional, el yokozuna Chiyonofuji.

Todo esto había llevado al sumo a su mejor momento de en historia, era un verdadero fenómeno de masas. Es por todo esto, que dicha boda no pudo haber llegado en mejor momento… ¿que quienes eran los implicados?

El nombre de Takanohana resuena siempre en la cabeza de cualquier seguidor del sumo profesional. Hijo de un Ozeki, sobrino de un Yokozuna y hermano de otro Yokozuna, ha sido una figura importantísima en la historia del sumo tanto como luchador como miembro de la Asociación. Fue el 65º yokozuna, considerado como uno de los mejores de la historia, con 22 yushos a su espalda. Una vez se retiró del ring continuó en el sumo como oyakata y como una de las figuras más importantes y controversiales de la Asociación de Sumo Japonesa, hasta que, cansado de polémicas, se retiró del mundo del sumo a finales del año pasado. En definitiva, es una de las leyendas de este deporte.

Pero un dato que desconoce mucha gente es que también fue una enorme figura en la prensa del corazón de los años 90. En 1992, un joven Takanohana, ya poseedor de una fama e influencia enormes, anuncia su compromiso matrimonial con Miyazawa Rie, que por entonces era la más grande pop-star japonesa y  que más tarde se convertiría en una reconocida actriz que trabajaría con directores como Kon Ichikawa, o el contemporáneo Hirokazu Kore’eda. La prensa rosa perdió la cabeza, la cobertura de la boda era algo sin precedentes, se había anunciado como una boda semi-real. Pero, sorprendentemente, a los pocos días del anuncio, el propio Takanohana tras ciertas presiones de la Asociación de Sumo y con la pretensión de que tenía que concentrarse en su carrera, canceló su compromiso. Además, otro de los aparentes motivos era que Rie no estaba dispuesta a sacrificar su carrera profesional en pos de la de su marido, como supone la tradición.

Takanohana Kōji y Miyazawa Rie

No han faltado voces que le criticaron por ‘sacrificar su amor con tal de seguir las indicaciones de la Asociación de Sumo’ o los que, un poco a mala idea, sugirieron que la boda se había cancelado porque el compromiso entre dos estrellas jóvenes eclipsaría y le quitaría ‘glamour’ a la boda real. También hubo quienes, muy acertadamente, señalaron que el fracaso de la boda de Takanohana y Miyazawa Rie lejos de haberla perjudicado, al final había servido como catapulta para la boda del príncipe.

Así que ya veis, la relación entre el sumo y la figura del Emperador ha funcionado prácticamente como una simbiosis, actuando siempre la cultura popular como progenitora e intermediaria, y quien, en definitiva, es la que  lleva la batuta. Pero, así como los une, esta misma cultura podría empezar a separarlos, ya que a día de hoy, en parte gracias al fenómeno Kisenosato, los nuevos y jóvenes luchadores japoneses como Ura, Endō, Mitakeumi o Takakeishō y, por supuesto, la figura a batir, el malo de la peli, Hakuhō, han generado un fenómeno fan enorme que ha hecho que mucha gente joven haya vuelto a interesarse por el sumo. Y como estamos viendo en los últimos meses, esto hace que nuevas voces se alcen frente a la Asociación de Sumo, exigiéndole una modernización. Que, de no llegar radicalmente, llegará como lo está haciendo, con calma, pacientemente. La historia no tiene prisa.

Darío, El Buen Rikishi

 

Darío "El Buen Rikishi"
Hola! Soy, Darío "El Buen Rikishi"; amante del sumo y muy interesado en sus implicaciones sociales así como históricas. Podéis encontrarme principalmente en mi blog o en Twitter como @elbuenrikishi. :)
https://elbuenrikishi.wordpress.com/

2 thoughts on “Sumo: sangre roja, sangre azul

  1. Es evidente que el sumo ha mantenido su esencia religiosa y tradicional, pero tampoco se ha dudado en usarlo como «opio del pueblo» para, en este caso, proteger la figura intocable del emperador.

    El sumo es otro ejemplo de la oscura relación entre el deporte y la política, y pese a los intentos de separarlos, esta unión sigue siendo muy fuerte.

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